
Máscara de trauma: cómo salimos del personaje del sobreviviente
El trauma no siempre se presenta como una herida visible o un recuerdo claro. A menudo, se instala en el cuerpo, en la forma en que respiramos, reaccionamos, nos relacionamos. Desde edades tempranas, vamos desarrollando respuestas automáticas que no son otra cosa que máscaras: adaptaciones necesarias para sobrevivir. En este artículo exploraremos cómo opera la máscara de trauma: quedar atrapado en el personaje del sobreviviente, qué efectos tiene en nuestra identidad y cómo podemos iniciar un camino de recuperación real desde la somática y la neurociencia.
¿Qué significa quedar atrapado en el personaje del sobreviviente?
Mariann Dávila lo explica con claridad: todos hemos sido sobrevivientes en algún momento. Hemos pasado por situaciones dolorosas, injustas o desbordantes en nuestra infancia, adolescencia o vida adulta. Pero sobrevivir no significa haber resuelto. Lo no resuelto se cristaliza. Y esa cristalización es la máscara del trauma: una forma de ser que nos protegió, pero que termina limitando nuestra libertad emocional, nuestra autenticidad y nuestra capacidad de vincularnos con confianza.
El personaje del sobreviviente puede verse como:
Hipervigilancia constante
Perfeccionismo extremo
Necesidad de control
Desconfianza en el otro
Incapacidad para descansar sin culpa
Autoboicot o sabotaje en momentos clave
Este personaje nace del dolor, pero se queda con nosotros como si fuera nuestra verdadera identidad.
El origen: trauma temprano y desarrollo emocional
La máscara de trauma se comienza a construir desde muy temprano. Durante los primeros cinco años de vida, nuestro sistema nervioso está en plena formación y depende por completo del entorno para aprender a autorregularse. Si en esta etapa experimentamos negligencia, sobreexigencia, violencia o ausencia emocional, nuestro cuerpo lo registra como una amenaza.
Mariann menciona ejemplos claros: niños con pataletas frecuentes, terrores nocturnos, mutismo selectivo, enuresis, o simplemente “niños buenos” que no hacen ruido, pero que viven en una desconexión emocional profunda. Todo esto son señales de un sistema nervioso adaptado para sobrevivir, no para sentirse seguro.
El trauma no necesita ser visible para ser real
Uno de los puntos más potentes de esta mirada es que el trauma no siempre se ve. Puede no haber existido un evento evidente, pero sí una acumulación de ausencias: falta de contención, miradas, cuidado emocional o reconocimiento.
Esto da origen al trauma del desarrollo, una forma de trauma que afecta directamente la construcción del sentido del yo. En la adultez, se expresa como:
Autoexigencia crónica
Miedo a equivocarse
Sensación de no pertenecer
Anhedonia (incapacidad para disfrutar)
Desconexión emocional
Muchos adultos viven atrapados en ese personaje sin saberlo. Confunden síntomas físicos, estados emocionales intensos o bloqueos vitales con fallas personales, sin saber que son memorias traumáticas somatizadas.
El impacto en la personalidad: entre rigidez y fragmentación
Mariann, con su formación en psicología de la personalidad y trauma, destaca que la rigidez psicológica es uno de los marcadores más claros de la máscara del trauma. Las personas que han quedado atrapadas en el personaje del sobreviviente tienen dificultades para integrar matices. Ven al mundo en blanco y negro: bueno o malo, éxito o fracaso, seguridad o abandono.
Esta forma dicotómica de ver la realidad también aparece en las relaciones, donde se repiten patrones de dependencia, agresividad, sumisión o evitación. Además, el cuerpo no miente: lo que no puede ser expresado en palabras se convierte en síntomas físicos, dolores, enfermedades, cansancio extremo, insomnio o crisis de pánico.
El cuerpo como escenario del trauma (y de la sanación)
Uno de los aportes más importantes de la formación en Curación Somática es esta comprensión profunda del cuerpo como el lugar donde se inscribe y se repite la historia emocional.
La máscara de trauma: quedar atrapado en el personaje del sobreviviente no se rompe desde la mente racional. Se disuelve cuando el cuerpo recibe una nueva experiencia de seguridad, contacto, sostén y confianza.
Desde esta perspectiva, Mariann propone herramientas como el PHP (Proceso de Sostener Puntos), el rastreo somático y ejercicios de regulación del nervio vago. Estas prácticas permiten:
Liberar tensiones crónicas
Desactivar la hipervigilancia
Salir del estado de colapso
Reconectar con el placer de habitar el cuerpo
Lo que la mente no recuerda, el cuerpo no lo olvida
Una de las frases que más resuena en la enseñanza de Mariann es esta: “Lo que la mente no recuerda, el cuerpo no lo olvida”. Muchas personas llegan a la adultez sin recuerdos claros de su infancia, pero con síntomas evidentes: bloqueo emocional, dificultad para establecer vínculos, dolor físico constante o disociación.
Esto no es casual. Es una estrategia de protección del sistema nervioso. Pero también es una señal clara de que el cuerpo sigue cargando con una historia que no ha podido procesar ni liberar.
Señales de que aún llevas puesta la máscara del trauma
A lo largo de la charla, Mariann entrega varias señales que indican que alguien sigue atrapado en el personaje del sobreviviente:
Sientes que no perteneces
Te cuesta tomar decisiones
Tienes miedo de ser visto o tocado
Te sobreadaptas o reaccionas con agresividad ante estímulos mínimos
Tiendes a evitar relaciones profundas
Te paraliza la posibilidad de fallar
Si te reconoces en algunas de estas señales, no es un juicio: es un llamado a ver tu historia con más compasión. Y, sobre todo, con más cuerpo.
Salir de la máscara: un camino desde la regulación
No se trata de eliminar el pasado. Se trata de ofrecerle al cuerpo una nueva experiencia que le permita volver a confiar. Esto no se logra solo hablando. Se logra tocando, respirando, sintiendo. En palabras de Mariann: “Sanar no es forzar a tu mente a pensar distinto, es darle a tu cuerpo una experiencia diferente.”
Por eso, la formación que dirige está basada en neurociencias aplicadas al trauma, teoría polivagal, experiencia somática y psicología psicosomática, integrando todo en una propuesta profunda, segura y transformadora.
Una invitación a recordar quién eras antes de sobrevivir
Tal vez lo más importante de todo esto es lo siguiente: la máscara del trauma no es tu identidad real. Es una adaptación. Es un traje que usaste para sobrevivir. Pero hoy ya no estás en guerra. Hoy puedes soltarlo, con ayuda, con tiempo, con acompañamiento.
Volver al cuerpo es volver a ti. No a quien “deberías” ser, sino a quien fuiste antes de que tuviste que protegerte.
Conclusión
La máscara de trauma: quedar atrapado en el personaje del sobreviviente es una realidad silenciosa que habita en muchas personas. Se expresa en la forma de vincularnos, de pensar, de actuar, de sentir el cuerpo. Pero no es irreversible. A través del trabajo somático, la conciencia corporal y la neurociencia, podemos reorganizar nuestra experiencia interna y crear nuevas rutas de seguridad.
Sanar no es volver al estado anterior. Es crear un nuevo estado donde vivir sea posible.
Te invitamos a seguir leyendo nuestro blog y profundizar en el camino de la sanación:
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