
Fragilidad, cuerpo y continente: cómo recuperar tu seguridad interna
Hay momentos en la vida en que todo parece volverse demasiado. Nos sentimos frágiles, con las emociones a flor de piel, sin saber muy bien por qué. Aunque muchas veces intentamos resolverlo desde la mente —pensando, analizando, controlando—, lo cierto es que esa fragilidad no nace del pensamiento. Nace del cuerpo. Si no comprendemos su lenguaje, seguiremos atrapadas en ciclos de desregulación, culpa y sobreexigencia.
Hoy quiero hablarte sobre la fragilidad cuerpo continente. No como un concepto clínico, sino como una experiencia íntima que muchas vivimos y que es posible transformar desde la raíz.
CUANDO EL CUERPO NO SOSTIENE
Durante años creímos que la fragilidad emocional era una debilidad de carácter o una falla personal. Pero la neurociencia y la psicología somática nos muestran otra cosa: muchas veces, esa “fragilidad” es la expresión de un sistema nervioso que ha sido sobrecargado por demasiado tiempo.
Imagínalo así: si tu sistema nervioso fuera un vaso, ¿cuánto está conteniendo? ¿Cuánta agua ha caído, una y otra vez, sin oportunidad de vaciarse? Cada estrés, cada trauma, cada relación que te exige más de lo que puedes dar, se suma a ese vaso interno. Tarde o temprano, una gota más lo rebalsa. Entonces lloras, te paralizas, gritas, te sientes desbordada… y no sabes por qué.
Esto no es debilidad. Es falta de continente. Tu cuerpo, tu biología, necesita aprender a contener nuevamente.
FRAGILIDAD NO ES DEBILIDAD, ES SOBRECARGA
Cuando vivimos con una amígdala hiperreactiva —ese centro cerebral que detecta peligro—, cualquier estímulo se interpreta como amenaza: una palabra mal dicha, una mirada evasiva, una crítica sutil. Da igual si proviene de un desconocido o de alguien cercano. El cuerpo reacciona como si estuvieras en peligro real.
Este tipo de reacción no se controla con voluntad. No es racional. Es automática.
Por eso necesitamos trabajar desde abajo hacia arriba: del cuerpo a la mente, no al revés.
Síntomas como insomnio, ansiedad, reacciones desproporcionadas o agotamiento crónico son señales de que el cuerpo no se siente seguro. Revelan un sistema nervioso hiperactivado y una falta de espacio interno para procesar lo que ocurre.
EL CAMINO DEL CUERPO HACIA LA REGULACIÓN
La buena noticia es que sí podemos recuperar ese continente. No hace falta una técnica compleja. A veces, lo más simple es lo más profundo. Por ejemplo:
Respirar lento, como si el cuerpo pudiera decir “estoy a salvo”.
Sentir el peso de tus pies en el suelo.
Nombrar una sensación: “esto es angustia”, “esto es enojo”.
Poner tus manos sobre el pecho o el abdomen.
Dejarte tocar por el agua: un baño, una ducha consciente, un río.
El cuerpo necesita experiencias coherentes con su lenguaje. No hay que forzarlo a cambiar, sino darle permiso para sentirse seguro otra vez. Y eso comienza con actos simples, repetidos con compasión.
AUTOESTIMA Y CONTINENTE INTERNO
Cuando no hay seguridad interna, solemos entregar nuestra autoestima al otro. Esperamos que alguien nos mire, nos apruebe, nos valide. Esa dependencia nos vuelve vulnerables al abandono, a la crítica, al rechazo.
Reconstruir nuestro continente interno también es recordar que no necesitamos que alguien nos contenga si nosotras podemos hacerlo. No hace falta que otro nos diga que estamos bien si aprendemos a escucharnos con firmeza y ternura.
Esto no significa cerrarnos al vínculo. Significa llegar con más fuerza, autonomía y claridad sobre lo que necesitamos y lo que ya no estamos dispuestas a tolerar.
PRESENCIA EN EL AQUÍ Y AHORA
El trauma no siempre es lo que ocurrió. Muchas veces es lo que quedó atrapado en el cuerpo: una emoción congelada, una respuesta de huida que nunca terminó, una energía que no se liberó.
Darnos permiso para sentir —sin juicio ni exigencia— permite que el cuerpo se libere. Con tiempo, comienza a descongelarse y a recuperar su vitalidad.
No se trata de revivir el pasado. Se trata de aprender a sentir en el presente. De quedarnos con nosotras cuando algo duele, en lugar de escapar hacia la mente, el trabajo o las adicciones emocionales.
Cuando el cuerpo encuentra seguridad, la fragilidad se convierte en sensibilidad. Y la sensibilidad, en sabiduría.
¿CÓMO ES TU CONTINENTE HOY?
A veces buscamos sostén afuera: una pareja, una terapia, una comunidad. Todo eso puede ayudar. Pero el verdadero continente nace dentro.
Es tu capacidad de sentir sin desbordarte.
Es tu forma de decir “esto sí, esto no”.
Es tu respiración como ancla en medio de la tormenta.
Es tu cuerpo, poco a poco, recuperando el permiso para habitarse.
No estamos rotas. Estamos desreguladas.
No estamos solas. Solo perdimos el camino de regreso al cuerpo.
Y ese camino siempre está disponible.
RECUPERAR LA SEGURIDAD INTERNA
Lo más revolucionario hoy no es tener más herramientas mentales, sino más recursos corporales. No se trata de ser más productiva, sino más presente. No se trata de responder bien, sino de sentirnos bien.
Si estás cansada de sentirte al borde del colapso, del llanto o del autoabandono, esta es tu invitación:
Vuelve al cuerpo.
Vuelve a tu centro.
Vuelve al continente que eres.
Para seguir profundizando, visita nuestro blog:
https://www.institutoneurociencias.cl/actividades/articulos/