Instituto Neurociencias para la Felicidad

La construcción de límites desde la curación somática

Persona con las manos extendidas marcando un límite, representando seguridad y autocuidado.

La construcción de límites desde la curación somática Desde hace años trabajo acompañando a personas en procesos de trauma y transformación, y he visto una y otra vez cómo los límites personales son un tema central en la salud emocional. Por eso hoy quiero profundizar en la construcción de límites desde la curación somática, un enfoque que integra cuerpo, mente y emoción para comprender cómo se forman estas fronteras internas y externas, cómo el trauma puede dañarlas, y cómo podemos reconstruirlas para recuperar seguridad y autonomía. ¿Qué son los límites y por qué cuestan tanto? Cuando hablamos de límites, muchas veces pensamos en decir “no” o en establecer reglas frente a los demás. Sin embargo, los límites comienzan mucho antes, en lo fisiológico. Nuestro cuerpo tiene un umbral natural para regular lo que puede sostener y lo que lo sobrepasa. Desde pequeños, aprendemos a identificar hasta dónde podemos tolerar una situación antes de sentirnos invadidos, angustiados o desbordados. Lo interesante es que este proceso no solo ocurre en la mente, sino en el sistema nervioso. A veces no detectamos nuestros propios umbrales hasta que nos encontramos sobrepasados: sentimos ansiedad, cansancio extremo, irritabilidad o incluso síntomas físicos. En ese momento comprendemos que un límite fue roto, aunque no siempre podamos nombrarlo. Desde la mirada somática, los límites son fronteras que se construyen gradualmente entre nuestro mundo interno y el externo. Marcan quién soy yo, qué puedo sostener y qué necesito cuidar para permanecer en equilibrio. El origen temprano de los límites Los límites se forman desde los primeros meses de vida. El bebé nace con un sistema neuroceptivo que le permite percibir espacios de seguridad o peligro. Cuando sus necesidades son atendidas —alimentación, abrigo, contacto—, su sistema nervioso se regula y aprende a confiar. Cuando no lo son, aparecen señales de angustia, desregulación o incluso disociación. En esta etapa, los cuidadores cumplen un rol esencial. La madre, el padre u otra figura significativa regulan al niño desde afuera: lo calman, lo sostienen, le muestran que puede sentirse seguro. Esa experiencia se va internalizando como una huella corporal. Así, el apego temprano se convierte en la primera base de los límites: un apego seguro favorece fronteras claras; un apego inseguro o inconsistente deja grietas que luego dificultan establecer límites en la adultez. La construcción de límites desde la curación somática nos recuerda que estas experiencias no solo quedan en recuerdos, sino inscritas en el cuerpo, en la respiración, en la postura, en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. La ventana de tolerancia: un mapa de regulación Uno de los conceptos más útiles para comprender los límites es la ventana de tolerancia. Este término, desarrollado por autores como Daniel Siegel y Pat Ogden, describe el rango dentro del cual nuestro sistema nervioso puede mantenerse regulado. Cuando estamos dentro de la ventana, podemos pensar, sentir y actuar con claridad. Cuando la superamos por arriba (hiperactivación), aparece la ansiedad, la rabia, la hiperalerta. Cuando la superamos por abajo (hipoactivación), surge la apatía, el colapso o la disociación. En la práctica clínica, observo cómo muchas personas con trauma viven gran parte de su vida fuera de esa ventana. No se trata de “falta de voluntad” o “debilidad”, sino de un sistema nervioso que aprendió a sobrevivir en estado de defensa. Aquí es donde la curación somática se vuelve una herramienta transformadora: a través del cuerpo podemos ampliar la ventana de tolerancia y reconstruir límites más saludables. Trauma y ruptura de los límites El trauma puede definirse como la experiencia que sobrepasa nuestra capacidad de sostén. Es, en esencia, la ruptura de límites. Cuando algo nos invade —una pérdida, un abuso, un accidente, una experiencia de violencia—, nuestro sistema nervioso queda desregulado. No solo se quiebra la frontera externa (lo que el otro hizo o no respetó), también se altera la frontera interna (cómo me siento conmigo, qué creo de mí, cómo percibo la seguridad). Muchas personas llegan a terapia con traumas conscientes (recuerdos claros de lo ocurrido) y traumas inconscientes (síntomas que aparecen sin comprender su origen). Pueden ser dificultades para dormir, crisis de pánico, problemas digestivos, hipersensibilidad o fobias. Todo ello es el cuerpo hablando de límites que fueron quebrados en el pasado. Entender la construcción de límites desde la curación somática implica reconocer que el trauma no es solo un recuerdo, sino una vivencia que quedó inscrita en el sistema nervioso y que necesita ser reorganizada desde el cuerpo. La cultura y la educación en la formación de límites No podemos olvidar que los límites también están moldeados por la cultura. Muchas generaciones crecimos con frases como: “Usted no hable cuando los adultos hablan”, “comparta todo con su hermano”, “cállese y obedezca”. Estas prácticas, aunque comunes, muchas veces desdibujan los límites naturales de los niños y los hacen crecer con la sensación de que sus necesidades no importan. La consecuencia es una hiperadaptación: adultos que dicen “sí” cuando quieren decir “no”, que se desconectan de sus propias emociones para ser aceptados, que confunden sacrificio con amor. La construcción de límites desde la curación somática propone recuperar lo que la cultura y la educación muchas veces negaron: el derecho a tener un espacio propio, a sentir, a elegir y a decir “no” sin culpa. Etapas del desarrollo y construcción de límites A lo largo de la vida, los límites se transforman: Infancia temprana (0-3 años): se forman con el apego y la regulación externa. Niñez (3-10 años): aparece la conciencia del yo y del otro, se consolidan las primeras fronteras psíquicas. Adolescencia (10-18 años): los límites se amplían hacia la autonomía, la intimidad y la identidad propia. Adultez: los límites se actualizan en pareja, en la vida laboral y en la relación con la propia historia. Cada etapa puede dejar heridas que impactan en la adultez. Un niño que no fue escuchado puede convertirse en un adulto que cede constantemente. Un adolescente cuyos límites fueron invadidos puede ser un adulto que teme al rechazo o que confunde

Sentir el cuerpo para volver a conectar contigo

Mujer en calma conectando con su cuerpo a través de la respiración consciente

SENTIR EL CUERPO ES VOLVER A CONECTAR CONTIGO Sentir el cuerpo es volver a conectar contigo. Esta idea puede sonar simple, pero en realidad encierra un camino profundo de transformación. Durante mucho tiempo la cultura nos enseñó a vivir en la mente, a priorizar el pensamiento racional y a dejar el cuerpo en un segundo plano. Sin embargo, la neurociencia, la psicología somática y las experiencias terapéuticas actuales muestran que el cuerpo guarda la memoria de lo vivido y que es a través de él que podemos encontrar verdadera curación. Volver al cuerpo no significa solo hacer ejercicio o cuidarlo con buena alimentación. Significa reconocer que en sus sensaciones, tensiones y síntomas se encuentra la historia de nuestras emociones, de nuestro pasado y de los traumas que hemos atravesado. Por eso, cuando hablamos de trauma y de bienestar, no basta con comprenderlo de forma intelectual. Necesitamos abrir un espacio para sentir. EL CUERPO COMO PUERTA DE ENTRADA A TU HISTORIA Desde que nacemos nuestro cuerpo es la primera forma de existir. Antes de poder hablar o pensar, ya respiramos, nos movemos y sentimos. El bebé recién nacido experimenta el mundo a través de la piel, de la temperatura, del hambre y de la cercanía con su madre o cuidador. Esa primera vivencia corporal marca la base de lo que después llamaremos confianza, apego y seguridad. Con el paso de los años el cuerpo sigue registrando cada experiencia. Una discusión, un abandono, un accidente o incluso una etapa de estrés prolongado dejan huellas que no siempre recordamos con palabras, pero que permanecen inscritas en músculos, posturas y órganos. Por eso se dice que “el cuerpo lleva la cuenta”. Sentir el cuerpo es volver a conectar contigo porque es reconocer que ahí están guardadas memorias implícitas. Cuando aprendemos a escucharlas podemos comprender mejor por qué reaccionamos de cierta manera o por qué sentimos que algunos cambios nos resultan imposibles. CÓMO EL TRAUMA SE MANIFIESTA EN EL CUERPO Durante mucho tiempo se creyó que el trauma era solo un fenómeno psicológico. Hoy sabemos que también es una desregulación del sistema nervioso. Ante una amenaza o un shock, el cuerpo activa mecanismos automáticos de defensa: lucha, huida o colapso. Si esa activación no logra resolverse, queda registrada como una memoria corporal que se reactiva cada vez que algo parecido ocurre. Así se explica por qué alguien puede sufrir jaquecas constantes, insomnio, colon irritable o crisis de pánico aunque no recuerde conscientemente un hecho traumático. El cuerpo habla incluso cuando la mente no recuerda. Sentir el cuerpo es volver a conectar contigo porque permite reconocer esas señales: una tensión en el pecho que no se va, un dolor de espalda que se repite, una respiración entrecortada cada vez que aparece el miedo. LA IMPORTANCIA DE VOLVER A CONFIAR EN EL CUERPO Uno de los mayores desafíos del trabajo terapéutico es volver a confiar en el cuerpo. Muchas personas sienten que su propio cuerpo es un enemigo porque les duele, se enferma o se activa con ansiedad. Sin embargo, el cuerpo no está roto. Está mostrando que aprendió a sobrevivir como pudo. El proceso de volver a confiar en el cuerpo implica dos movimientos: que la persona confíe en sus sensaciones y que el cuerpo sienta que es cuidado por la persona. Esto significa dormir lo necesario, alimentarse con atención, descansar, moverse y crear rutinas de autocuidado que transmitan seguridad. Cuando el cuerpo percibe que es escuchado, responde con mayor organización. Y cuando aprendemos a leer sus señales, dejamos de sentirnos perdidos. Sentir el cuerpo es volver a conectar contigo porque abre una relación de confianza recíproca. EL ROL DEL SISTEMA NERVIOSO El sistema nervioso es el puente entre mente y cuerpo. Su funcionamiento explica por qué a veces nos sentimos en calma y otras veces en alerta o colapso. La teoría polivagal muestra que tenemos tres grandes formas de responder: Modo de conexión social (vago ventral): permite sentirnos seguros, vinculados y presentes. Modo de lucha o huida (simpático activado): aparece cuando percibimos peligro. Modo de colapso (vago dorsal): se activa cuando el cuerpo siente que no puede más. Comprender estas respuestas ayuda a reconocer que no estamos exagerando ni inventando síntomas. Nuestro cuerpo reacciona de acuerdo con lo que percibe como amenaza. Sentir el cuerpo es volver a conectar contigo porque te permite identificar en qué estado está tu sistema nervioso y cómo puedes acompañarlo hacia la regulación. PRÁCTICAS PARA VOLVER AL CUERPO Sentir el cuerpo no es un acto instantáneo. Requiere pequeñas prácticas que nos devuelven la presencia. Algunas de ellas son: Respiración consciente: exhalar más largo que la inhalación activa la vía parasimpática y favorece la calma. Escaneo corporal: recorrer mentalmente cada parte del cuerpo para registrar tensiones y relajarlas. Movimiento suave: caminar, estirarse o practicar yoga ayuda a reorganizar la energía interna. Toque de autocontención: abrazarse, colocar una mano en el pecho o en el abdomen transmite seguridad. Conexión con la naturaleza: tomar sol, caminar descalzo o percibir olores naturales ayuda a regular el sistema nervioso. Cada una de estas prácticas abre la puerta para sentir de nuevo. Sentir el cuerpo es volver a conectar contigo porque te recuerda que no estás solo frente a tu mente: tienes un aliado poderoso en tu propio organismo. EL CUERPO COMO CAMINO DE CURACIÓN SOMÁTICA La curación somática es un enfoque terapéutico que entiende el cuerpo como el lugar donde se inscriben y también donde pueden transformarse las memorias traumáticas. En este camino no se busca revivir el dolor, sino crear nuevas experiencias de seguridad. Uno de los métodos que aplico en mi trabajo es el Proceso de Sostener Puntos (PHP™). Esta técnica consiste en sostener puntos específicos del cuerpo para reorganizar las respuestas automáticas y transformar creencias limitantes. No se trata de catarsis ni de revivir traumas, sino de dar al cuerpo un sostén real que le permita reconfigurar su memoria emocional. Sentir el cuerpo es volver a conectar contigo porque a través de este proceso surgen nuevas rutas internas. Rutas donde el

Terapia de Sostener Puntos PHP y trauma: una introducción

Terapia de Sostener Puntos PHP introducción al trabajo con Trauma y los contenidos de las memorias La Terapia de Sostener Puntos PHP introducción al trabajo con Trauma y los contenidos de las memorias abre un camino para comprender cómo el cuerpo guarda las experiencias difíciles y cómo es posible acompañar esos procesos de forma segura. Desde mi experiencia como psicóloga clínica y formadora en trauma, quiero compartir una mirada que integra cuerpo, mente, memoria y emoción, con el fin de reconocer que el trauma no es solo un recuerdo, sino una vivencia inscrita en nuestro sistema nervioso. EL TRAUMA COMO PROCESO Y NO COMO UN EVENTO AISLADO Cuando hablamos de trauma, solemos pensar en un accidente, una pérdida o un hecho violento que marca la vida de una persona. Sin embargo, el trauma no siempre es un evento único. A veces se manifiesta como una gotera constante: palabras hirientes, gestos descalificadores o negligencia emocional. En la Terapia de Sostener Puntos PHP introducción al trabajo con Trauma y los contenidos de las memorias, consideramos que el trauma puede ser inmediato o encubierto, y que ambos tienen la capacidad de dejar huellas profundas en la persona. El trauma se convierte en un proceso que se expande en el tiempo. Un hecho no resuelto puede generar síntomas muchos años después: insomnio, ansiedad, pérdida de vitalidad o dificultades en las relaciones. Por eso es esencial atenderlo de manera temprana, antes de que se transforme en un laberinto cada vez más complejo. EL PAPEL DE LA MEMORIA EN EL TRAUMA La memoria es la llave central para entender el trauma. El cuerpo guarda recuerdos que no siempre son conscientes. Puede que alguien haya olvidado el nombre de la persona que lo atropelló, pero todavía reacciona con miedo al escuchar frenos en la calle. Esa memoria implícita se activa sin necesidad de que exista un recuerdo verbal. En la Terapia de Sostener Puntos PHP introducción al trabajo con Trauma y los contenidos de las memorias, observamos cómo las memorias se cristalizan en el cuerpo y generan sensaciones, emociones y creencias que condicionan la vida cotidiana. Las memorias traumáticas no aparecen solas. Están acompañadas de imágenes, sonidos, emociones y, muchas veces, de creencias limitantes como “no puedo”, “no merezco” o “no es seguro”. Estas creencias se instalan en la fisiología y pueden convertirse en patrones automáticos que bloquean la confianza y la capacidad de acción. CREENCIAS QUE NACEN DEL TRAUMA El trauma no solo deja heridas emocionales. También crea estructuras de pensamiento que limitan la vida. Una persona que fue humillada en su infancia puede crecer con la creencia de que no merece ser escuchada. Otra, que vivió abandono, puede sentir que no es capaz de sostener relaciones estables. Estas creencias no son simples ideas: están inscritas en el cuerpo. La Terapia de Sostener Puntos PHP introducción al trabajo con Trauma y los contenidos de las memorias trabaja con esas creencias desde el cuerpo hacia la mente. En lugar de cuestionar directamente lo que la persona piensa, se busca movilizar la carga eléctrica de esas memorias para que el sistema nervioso recupere su capacidad de autorregulación. Así, poco a poco, las creencias limitantes comienzan a transformarse. EL SISTEMA NERVIOSO Y LA REGULACIÓN El sistema nervioso autónomo es el escenario principal donde se inscribe el trauma. La teoría polivagal explica que tenemos tres formas de responder: conexión social (seguridad), lucha/huida (defensa) y colapso (inmovilidad). Una persona traumatizada puede quedar atrapada en cualquiera de estos estados, sin poder volver a la calma. La Terapia de Sostener Puntos PHP introducción al trabajo con Trauma y los contenidos de las memorias ofrece herramientas para que el cuerpo experimente seguridad sin necesidad de revivir el trauma. Al sostener puntos específicos, se envían señales de contención que permiten reorganizar circuitos internos y recuperar funciones naturales de confianza, calma y presencia. ¿QUÉ ES EL PROCESO DE SOSTENER PUNTOS PHP? El Proceso de Sostener Puntos (PHP) es una técnica terapéutica basada en la curación somática. Consiste en mantener contacto en puntos específicos del cuerpo que están asociados a memorias traumáticas y patrones de defensa. A diferencia de otras terapias que buscan la catarsis, PHP se centra en la contención y en la reorganización interna. El terapeuta sostiene los puntos con presencia, estabilidad y energía, lo que permite que el cuerpo reconozca una nueva experiencia de seguridad. En ese espacio, el sistema nervioso puede liberar cargas atrapadas y reorganizarse de manera natural. La persona no necesita revivir el trauma ni ser llevada al límite del dolor, sino que puede integrar fragmentos de su historia desde un lugar seguro. EL CUERPO COMO ESCENARIO DEL TRAUMA El trauma se manifiesta en el cuerpo de múltiples formas: dolores crónicos, alergias, problemas digestivos, tensiones musculares o dificultad para respirar. Muchas veces no hay una causa médica clara, porque el origen está en memorias no procesadas. En la Terapia de Sostener Puntos PHP introducción al trabajo con Trauma y los contenidos de las memorias, comprendemos que cada síntoma físico puede ser la expresión de un conflicto emocional no simbolizado. Un ejemplo frecuente es el de las personas que, después de una operación, nunca logran recuperarse del todo. El cuerpo rechaza la intervención y queda en estado de alerta, generando ansiedad o pánico. En estos casos, el trabajo con PHP ayuda a liberar la memoria de invasión y a restaurar la confianza corporal. DISOCIACIÓN Y TRAUMA Una de las respuestas más comunes al trauma es la disociación. Se trata de una desconexión inconsciente que permite sobrevivir a experiencias insoportables. Sin embargo, con el tiempo, la disociación genera vacío, dificultad para concentrarse, conductas de evitación e incluso autolesiones. En la Terapia de Sostener Puntos PHP introducción al trabajo con Trauma y los contenidos de las memorias, abordamos la disociación desde la suavidad y la paciencia. El objetivo no es forzar a la persona a “estar presente”, sino acompañarla para que su cuerpo reciba poco a poco nuevas experiencias de seguridad que le permitan volver a habitarse. EL ROL DEL TERAPEUTA EN PHP

Reflejos traumáticos e integración de la sombra

Terapia somática sobre reflejos traumáticos y trabajo con la sombra

Reflejos traumáticos e integración de la sombra en el desarrollo del vínculo Desde mis primeros pasos en la psicología clínica he observado que muchos de los procesos terapéuticos más profundos se inician cuando algo del otro despierta en nosotros una resonancia inesperada. A eso lo llamo reflejos traumáticos: momentos en que lo que escuchamos, vemos o sentimos en la otra persona toca fibras que creíamos olvidadas, reprimidas o negadas. Este fenómeno es una puerta hacia la integración de la sombra, un camino que no solo enriquece la terapia, sino que fortalece los vínculos humanos en todos los niveles. La frase clave que guiará este artículo es reflejos traumáticos e integración de la sombra en el desarrollo del vínculo, porque resume el corazón de la experiencia terapéutica que quiero compartir. QUÉ SON LOS REFLEJOS TRAUMÁTICOS Los reflejos traumáticos aparecen cuando alguien, frente a nosotros, expresa un dolor o una vivencia que nos impacta de manera particular. No siempre entendemos por qué nos afecta tanto, pero algo en nuestro inconsciente reconoce esa experiencia. Puede que no sea idéntica a la nuestra, pero guarda una resonancia profunda. Estos reflejos traumáticos funcionan como espejos invisibles: lo que rechazamos, lo que nos incomoda o lo que nos conmueve intensamente en el otro, suele tener raíces en nuestra propia historia. La mente consciente puede negarlo, pero el cuerpo y las emociones lo recuerdan. SOMBRA: LA PARTE NEGADA QUE ESPERA SER INTEGRADA Carl Jung habló de la sombra como ese conjunto de aspectos negados, reprimidos o no reconocidos de la personalidad. Todos tenemos una sombra que cargamos, y negarla solo aumenta su poder sobre nosotros. Cuando no integramos la sombra, caemos en mecanismos de defensa como la proyección: atribuir al otro lo que no queremos ver en nosotros mismos. Así es como los reflejos traumáticos se vuelven un obstáculo en nuestras relaciones, porque rechazamos en los demás lo que nos duele aceptar en nuestra propia identidad. La integración de la sombra implica reconocer esas partes, darles un lugar, y permitirnos ser más completos y auténticos. No es un proceso fácil ni rápido, pero abre la posibilidad de un yo más flexible, menos polarizado y con mayor libertad. REFLEJOS TRAUMÁTICOS E INTEGRACIÓN DE LA SOMBRA EN EL DESARROLLO DEL VÍNCULO La relación humana es un espacio privilegiado para que surjan los reflejos traumáticos. En especial, el vínculo terapéutico, las amistades cercanas o las relaciones de pareja, se convierten en espejos donde se proyectan nuestras memorias inconscientes. El desarrollo del vínculo depende en gran medida de cómo respondemos a estos reflejos traumáticos. Si los rechazamos, la relación se rigidiza y la comunicación se rompe. Si los observamos y los integramos, entonces el vínculo se convierte en un espacio de crecimiento y de curación compartida. Cada vínculo es una oportunidad para reconocernos en el otro. La sombra no desaparece, pero puede volverse aliada si dejamos de huir de ella. Así, los reflejos traumáticos e integración de la sombra en el desarrollo del vínculo se transforman en una vía hacia relaciones más sanas, reales y respetuosas. EL PAPEL DEL CUERPO Y LA SOMÁTICA El trauma no vive solo en la mente. El cuerpo guarda memorias que se expresan en tensiones crónicas, bloqueos, disociaciones o respuestas automáticas de defensa. Muchas veces, lo que sentimos frente al otro no es un pensamiento racional, sino una reacción corporal que refleja historias pasadas. En este sentido, los reflejos traumáticos e integración de la sombra en el desarrollo del vínculo requieren un enfoque somático. No basta con entender intelectualmente lo que nos pasa; es necesario trabajar con el cuerpo para reorganizar las memorias que allí quedaron impresas. Prácticas como la curación somática y el Proceso de Sostener Puntos (PHP™) ofrecen recursos para acompañar al sistema nervioso a encontrar nuevas rutas de calma, seguridad y confianza. EL TRAUMA COMO REFLEJO COMPARTIDO Una de las experiencias más profundas en terapia es darse cuenta de que el dolor del otro no nos deja indiferentes porque también resuena con algo nuestro. No significa que tengamos la misma historia, pero sí que compartimos una sensibilidad común. En ese instante, los reflejos traumáticos se convierten en un puente. Lo que parecía separación se vuelve un espacio de conexión. La sombra deja de ser enemiga y se transforma en una parte que busca integrarse para ampliar nuestra humanidad. RIGIDEZ DE LA AUTOIMAGEN Y NECESIDAD DE FLEXIBILIDAD Uno de los grandes obstáculos en este camino es la autoimagen rígida. Cuando nos convencemos de que solo somos buenos, fuertes o correctos, excluimos de nuestra identidad cualquier aspecto que contradiga esa idea. Esto genera tensión interna, proyección hacia los demás y conflictos en los vínculos. La integración de la sombra nos invita a flexibilizar la autoimagen. Reconocer que también podemos ser exigentes, caóticos, vulnerables o temerosos no nos hace débiles; nos hace reales. Y esa autenticidad abre la puerta a relaciones más honestas y sostenibles. REFLEJOS TRAUMÁTICOS EN LA INFANCIA Y EN LA FAMILIA Los reflejos traumáticos se forman desde la infancia. Los mensajes de los padres y cuidadores (“eres desordenado”, “no sirves”, “no entiendes nada”) se instalan en el cuerpo como verdades internas. Muchas veces, no son más que proyecciones de la sombra de los adultos sobre los niños. En las familias, esto puede cristalizarse en la figura del “paciente índice”: un hijo que carga con las proyecciones y problemas no resueltos del sistema familiar. Al trabajar estos reflejos en terapia, descubrimos que no era solo un niño con dificultades, sino que toda la familia compartía esas dinámicas inconscientes. NEUROCIENCIA Y REFLEJOS TRAUMÁTICOS Hoy sabemos que el cerebro responde con resonancia al dolor del otro. Neuronas espejo, sincronización límbica y mecanismos de mentalización nos permiten sentir lo que el otro siente. Esto significa que los reflejos traumáticos e integración de la sombra en el desarrollo del vínculo tienen también una base neurocientífica. No es mera intuición: está demostrado que nuestro sistema nervioso se sincroniza con el de la persona que tenemos delante, especialmente cuando compartimos experiencias de dolor y compasión. LA IMPORTANCIA DE LOS

Un lugar seguro para sanar: autocuidado somático

Un lugar seguro para sanar: autocuidado somático y neurociencia En este artículo quiero compartir contigo una reflexión y una serie de prácticas que considero fundamentales para nuestro bienestar. El tema que nos convoca es un lugar seguro para sanar, porque sin seguridad, el cuerpo y la mente no pueden realmente iniciar procesos de curación. Lo que encontrarás aquí son herramientas prácticas y comprensibles, basadas en la neurociencia y la psicología somática, para que puedas crear ese espacio de confianza dentro de ti y en tu vida cotidiana. EL ESTRÉS Y EL TRAUMA COMO CARGA CORPORAL Muchas veces pensamos que el estrés es solo mental, un asunto de pensamientos negativos o exceso de responsabilidades. Sin embargo, el cuerpo guarda la memoria de lo vivido. Cuando atravesamos experiencias difíciles, el sistema nervioso queda marcado, y esa huella se traduce en cansancio, irritabilidad, desmotivación o incluso en la sensación de estar desconectadas de nosotras mismas. Desde hace más de veinte años trabajando en psicología clínica he podido comprobar que el trauma no es solamente un recuerdo psicológico. Es una marca fisiológica. El sistema nervioso autónomo organiza nuestras respuestas de defensa —lucha, huida o congelamiento— y esas respuestas se quedan instaladas incluso cuando el peligro ya pasó. Por eso, hablar de un lugar seguro para sanar implica también darle al cuerpo una experiencia distinta de calma y sostén. LA CAJA DE LA PERCEPCIÓN Y LA NEUROCEPCIÓN El psiquiatra Stephen Porges, creador de la teoría polivagal, introdujo el concepto de “neurocepción”: la capacidad de nuestro sistema nervioso de detectar, sin que lo pensemos, si el entorno es seguro o amenazante. Esta neurocepción influye en nuestras relaciones, en cómo nos vinculamos y en la forma en que expresamos o contenemos las emociones. Si crecimos en entornos inestables o marcados por el miedo, el cuerpo aprende a vivir en alerta. Y aunque hoy estemos en otra etapa de la vida, esa alerta se puede activar frente a ruidos, gestos, tensiones o situaciones que nos recuerdan el peligro. La buena noticia es que podemos entrenar nuestro sistema nervioso para reconocer la seguridad. Ahí comienza el camino hacia un lugar seguro para sanar. ESTRÉS, TRAUMA Y VENTANA DE TOLERANCIA No todo malestar es trauma. El estrés agudo es una respuesta natural a una situación puntual y suele resolverse solo. El estrés crónico, en cambio, desgasta el cuerpo, reduce la tolerancia y produce síntomas persistentes. Y cuando hablamos de trauma, nos referimos a una huella profunda que altera la fisiología, la memoria y la forma de relacionarnos. Comprender estas diferencias nos permite observar con más claridad lo que sentimos. Un dolor recurrente, una cefalea, un insomnio o una alergia pueden ser señales de que el cuerpo necesita pausa. Aprender a escuchar estas señales es clave para construir un lugar seguro para sanar. EJERCICIOS DE REGULACIÓN PARA CREAR SEGURIDAD Lo más transformador es que no necesitamos grandes recursos para empezar. Podemos apoyarnos en prácticas simples que activan el sistema nervioso parasimpático ventral, asociado con calma, conexión y confianza. Quiero compartirte algunos de los ejercicios que enseño con frecuencia: Respiración vagal: inhalar profundo por la nariz y exhalar lentamente por la boca, alargando la exhalación hasta que la frecuencia cardíaca descienda. Orientación somática: girar la cabeza y observar el entorno, buscando colores, formas o detalles que transmitan calma. Así el cerebro registra que estamos en un espacio seguro. Chequeo corporal breve (body scan): recorrer con la atención desde los pies hasta la cabeza, registrando tensiones, temperatura, peso y sensaciones. Contacto seguro: colocar la mano sobre el pecho o el abdomen, presionar suavemente y sentir el soporte. Estiramientos conscientes: mover hombros, cuello y brazos no solo como ejercicio físico, sino conectando con la sensación interna del cuerpo. Estas prácticas no tardan más de cinco minutos y ayudan a darle al cuerpo un anclaje de calma. Cada vez que las realizamos, fortalecemos la neuroplasticidad positiva: la capacidad del cerebro de generar nuevas rutas de seguridad. RITMOS NATURALES Y MOVIMIENTO Otro aspecto fundamental es respetar nuestros ritmos circadianos. Dormir bien, alimentarse de manera equilibrada y mantener un nivel de movimiento diario son bases para el equilibrio emocional. El cuerpo necesita moverse para generar neuroplasticidad y neurogénesis. Caminar, bailar, estirarse o incluso sacudir el cuerpo como lo hace un animal después de una tensión, son formas de liberar energía contenida. Conectar con la naturaleza también es un recurso poderoso. Observar un bosque, escuchar agua corriendo o caminar bajo el sol activa memorias de seguridad en el cerebro. Aunque no podamos siempre salir a un parque, incluso ver imágenes naturales o escuchar sonidos del mar puede tener un efecto regulador. LA MEMORIA DEL CUERPO Y EL TRABAJO SOMÁTICO El cuerpo recuerda lo que la mente no siempre puede nombrar. Por eso, en el trabajo somático hablamos de pendulación: mover la atención entre una sensación incómoda y otra más segura. De esta forma, el sistema nervioso aprende a renegociar lo que estaba congelado. Por ejemplo, puedo sentir tensión en mi garganta, pero también calor agradable en mis manos. Si voy alternando la atención entre ambas, sin forzar nada, el cuerpo poco a poco integra la experiencia. Esta práctica es sencilla pero muy profunda, porque abre la puerta a que el sistema nervioso reorganice respuestas y libere energía atrapada. UN LUGAR SEGURO PARA SANAR EN LA VIDA COTIDIANA No se trata de vivir aislados ni de evitar todo lo que nos estresa. Se trata de aprender a construir microespacios de seguridad: cerrar el día con gratitud, darnos un momento de respiración antes de dormir, crear un entorno íntimo cálido en la habitación, compartir desde la cercanía con una mascota o una persona querida. Todos estos gestos cotidianos fortalecen la sensación de seguridad interna. Un lugar seguro para sanar no es solo un espacio físico, sino también una experiencia corporal. Es reconocer que, aunque hayamos vivido dolor, el cuerpo busca todo el tiempo reorganizarse para estar bien. Nuestro rol es acompañarlo con presencia, respeto y amor. INTEGRACIÓN DE LA EXPERIENCIA Al practicar estas herramientas descubrimos que el trauma no

Estrés y Trauma en la Vida Diaria: Respuestas Reales

Mariann reflexionando en un live sobre las respuestas de su comunidad en Instagram acerca del estrés y el trauma.

Reflexiones de respuestas de estrés y trauma en la vida diaria Introducción En mi último encuentro en vivo quise hacer algo distinto: en lugar de hablar desde la teoría, abrí un espacio para compartir y reflexionar sobre las respuestas que mi comunidad entregó en una encuesta en Instagram. Preguntamos cómo vivimos el estrés y el trauma en lo cotidiano, y lo que recibimos fue un retrato conmovedor de nuestra vida diaria: desconexión, insomnio, contracturas, miedo a mostrarnos vulnerables y la sensación de estar en “piloto automático”. Estas reflexiones de respuestas de estrés y trauma en la vida diaria no son solo datos o estadísticas. Son voces reales que muestran que el trauma no es algo lejano, sino una experiencia presente en nuestro cuerpo, en nuestras emociones y en la forma en que enfrentamos el mundo. Al mirar juntas y juntos estas experiencias, descubrimos que es posible transformar la manera en que respondemos, entrenando a nuestro cuerpo para volver a sentir seguridad, calma y conexión interior. Desconexión y piloto automático: una sensación compartida Una de las preguntas centrales de la encuesta fue si las personas se sentían desconectadas en su vida diaria. La respuesta me sorprendió, aunque también me confirmó lo que tantas veces veo en consulta: el 50% declaró sentirse “apagado” casi todo el tiempo, y otro 43% dijo que le ocurre con frecuencia. Esta desconexión suele expresarse como vivir en piloto automático. Hacemos las cosas porque “hay que hacerlas”, pero sin la energía interna que nos conecta con la alegría, la motivación o el propósito. Es un estado donde parece que todo funciona hacia afuera, pero por dentro falta esa chispa vital. Cuando permanecemos mucho tiempo en este estado, el cuerpo empieza a enviar señales de vacío, de insatisfacción y de falta de sentido. Muchas personas llegan a terapia diciendo: “me siento desmotivado, no tengo ganas de nada”. Esa sensación es justamente la consecuencia de una desconexión interna que, aunque nos mantiene funcionando, cobra un costo emocional profundo. Vulnerabilidad: el difícil camino de mostrarse tal como somos Otra pregunta que hicimos fue sobre la capacidad de mostrarse vulnerables. Tres de cada cuatro personas dijeron que les resulta casi imposible hacerlo. Esta dificultad no habla de debilidad, sino de un aprendizaje doloroso: mostrar la vulnerabilidad puede haberse sentido como un riesgo demasiado grande. Ser vulnerables implica abrirnos, mostrar emociones, reconocer fragilidades. Y para eso se necesita coraje. Sin embargo, muchas veces preferimos endurecernos, mantener una máscara fuerte, incluso aunque por dentro sintamos miedo o cansancio. Reflexionando sobre estas respuestas de estrés y trauma en la vida diaria, pensé en lo complejo que es confundir vulnerabilidad con fragilidad. La vulnerabilidad, en realidad, es una forma de fuerza: significa atrevernos a ser auténticos en un mundo que muchas veces nos exige lo contrario. Estrategias de sobrevivencia: las máscaras invisibles del trauma Las encuestas también revelaron cuáles son las estrategias más comunes para sobrevivir en ambientes tensos o demandantes. Aparecieron respuestas como callar, reprimir, estar en alerta constante, desconectarse o procrastinar. Estas son formas de protección que aprendimos en momentos difíciles. Callar puede haber sido una manera de evitar un conflicto. Procrastinar, un recurso para no enfrentar un cambio que se sentía demasiado grande. La disociación, una salida para no sentir algo que dolía demasiado. Estas máscaras cumplen una función: nos ayudan a sobrevivir. Pero tienen un costo. Nos alejan de nuestra autenticidad, nos hacen sentir atrapados en un personaje que no somos y nos impiden avanzar en nuestra vida. Vivir siempre desde la estrategia de defensa termina por desgastarnos, porque en el fondo sabemos que no estamos siendo realmente nosotros mismos. Estrés traumático: cuando la experiencia desborda al cuerpo En el live también reflexionamos sobre la diferencia entre un estrés cotidiano y un estrés traumático. No todo lo que nos pasa es un trauma, pero sí existen experiencias estresantes que dejan una huella tan profunda que el cuerpo no las olvida. Un ejemplo concreto: alguien que rinde un examen de grado y le va mal puede vivirlo como un evento que, aunque no sea un trauma en sentido clínico, sí resulta tan estresante que el cuerpo lo registra como una experiencia a evitar. La próxima vez que deba rendir un examen, ese recuerdo se activa y la persona se bloquea. La buena noticia es que el cuerpo puede entrenarse. Podemos desarrollar respuestas más reguladas frente al estrés, aprendiendo a calmarnos, a respirar distinto, a reconocer que la amenaza ya pasó. Eso requiere trabajo terapéutico, pero es posible. La necesidad de seguridad: un clamor colectivo Una de las respuestas más significativas de la encuesta fue sobre la necesidad de seguridad. Nadie dijo que no la necesitaba. Todas las personas reconocieron buscar espacios seguros en algún área de su vida. El cerebro humano está diseñado para detectar peligro. Aun cuando conscientemente creemos que “todo está bien”, nuestro sistema nervioso registra tensiones y emite señales de alarma. Por eso muchas personas dicen sentirse agotadas en sus trabajos, distraídas o con la sensación de no poder concentrarse. Vivir en ambientes hostiles mantiene al cuerpo en estado de alerta constante. La necesidad de espacios seguros —en casa, en el trabajo, en las relaciones— no es un lujo, es una necesidad biológica. Sin seguridad, el sistema nervioso nunca puede relajarse. El cuerpo habla: síntomas físicos más frecuentes Otra parte de las respuestas de estrés y trauma en la vida diaria fueron los síntomas físicos que las personas describieron. Los más comunes fueron: Contracturas en cuello y hombros. Dolor de espalda y cintura. Problemas digestivos. Tensión mandibular. Dolor de cabeza. Insomnio frecuente. El dato más impactante fue que 13 de 17 personas dijeron tener insomnio al menos dos o tres veces por semana. Dormir mal no es solo un problema de descanso: afecta la concentración, el ánimo y la capacidad de regular nuestras emociones. Estos síntomas muestran que el trauma y el estrés no viven solo en la mente. Se expresan en el cuerpo, en la musculatura, en la digestión, en el sueño. El cuerpo guarda la historia

Tipos de Ansiedad en Terapia PHP y Cómo Abordarlos

Representación visual de los tipos de ansiedad y su abordaje en la terapia PHP desde la curación somática.

Tipos de Ansiedad en la Mirada de Terapia PHP La ansiedad es una experiencia común en la vida humana, pero su origen, manifestación y forma de abordarla varían profundamente de una persona a otra. En la mirada de la Terapia PHP™ (Proceso de Sostener Puntos), comprender los tipos de ansiedad y su conexión con el cuerpo es clave para iniciar un camino de curación real y sostenible. En este artículo exploraremos los Tipos de Ansiedad en la Mirada de Terapia PHP, sus causas, cómo se manifiestan y de qué manera la integración de cuerpo y mente, junto con técnicas somáticas y neurocientíficas, pueden ayudarnos a regularlas y transformarlas. La ansiedad: mecanismo evolutivo y adaptativo La ansiedad no es un error de nuestro sistema, sino un mecanismo evolutivo que ha permitido la supervivencia de la especie. Desde el inicio de nuestra historia como seres humanos, la capacidad de estar atentos al peligro nos ha protegido de amenazas reales. Sin embargo, cuando esta respuesta se activa de forma excesiva o sostenida, comienza a afectar nuestro bienestar físico, emocional y mental. En la Terapia PHP se reconoce que la ansiedad puede estar impresa en nuestra memoria biológica, influenciada por el entorno, la genética y las experiencias de vida. La clave está en distinguir cuándo se trata de una activación adaptativa y cuándo ha cruzado el umbral hacia la desregulación. La importancia de conocer tu tipo de ansiedad Identificar qué tipo de ansiedad predomina en tu vida es fundamental para elegir el abordaje más efectivo. Desde la perspectiva de la Terapia PHP, se distinguen tres grandes categorías: Ansiedad somática Ansiedad psicológica Ansiedad emocional Cada una tiene características propias, pero pueden interactuar entre sí, generando un efecto en cascada que intensifica los síntomas. Ansiedad somática: el cuerpo como escenario En la ansiedad somática, el cuerpo es el principal canal de expresión. Los síntomas físicos pueden incluir: Sequedad en la boca Temblores o tiritar Taquicardia Presión en el pecho Respiración corta Dolores musculares crónicos Problemas digestivos (como colon irritable) Desde la mirada de la Terapia PHP, estos síntomas son respuestas automáticas del sistema nervioso que quedaron “programadas” por experiencias pasadas de miedo, estrés o trauma. No siempre están asociadas a un peligro presente; muchas veces se activan por memorias implícitas o por el entorno (ruidos fuertes, cambios de temperatura, aglomeraciones). Abordaje en PHP:Se utilizan técnicas de sostén de puntos para enviar señales de seguridad al sistema nervioso, reorganizando patrones de defensa y ayudando al cuerpo a salir del estado de amenaza crónica. Ansiedad psicológica: la mente atrapada En la ansiedad psicológica, el foco está en los pensamientos y procesos cognitivos. La persona puede experimentar: Rumiación constante Pensamientos catastróficos Sensación de urgencia permanente Bloqueo para tomar decisiones Dificultad para ver soluciones Aunque el cuerpo también participa, en este tipo de ansiedad la mente se convierte en un bucle que alimenta la activación. El problema es que el pensamiento no siempre logra “calmar” al sistema nervioso por sí solo. Abordaje en PHP:El trabajo combina sostén físico y acompañamiento verbal para que el cuerpo reciba nuevas experiencias de calma. Esto facilita que la mente se reorganice de forma natural, sin forzar la interrupción del pensamiento. Ansiedad emocional: cuando la emoción desborda La ansiedad emocional surge cuando una emoción —miedo, tristeza, amor intenso, frustración— activa de forma desmedida al sistema nervioso. Aquí el detonante no es solo mental o físico, sino un afecto que moviliza todo el cuerpo. Ejemplos comunes son: Ansiedad por miedo a perder a un ser querido Activación intensa durante una relación amorosa Reacciones de pánico ante conflictos emocionales Abordaje en PHP:Se busca que el cuerpo viva una nueva experiencia de seguridad y sostén frente a la emoción. Esto puede incluir técnicas somáticas, contacto seguro y ejercicios de respiración que permitan regular la intensidad emocional. Factores que potencian la ansiedad En la práctica clínica con Terapia PHP se observa que los Tipos de Ansiedad en la Mirada de Terapia PHP pueden verse amplificados por: Historia familiar de ansiedad (patrones aprendidos) Experiencias tempranas de negligencia o sobreprotección Estrés crónico y falta de descanso Déficit de contacto con la naturaleza (ecoansiedad) Cambios climáticos y ambientales que afectan la percepción de seguridad Herramientas prácticas para regular la ansiedad La Terapia PHP propone intervenciones simples y profundas para acompañar los distintos tipos de ansiedad: Respiración en caja (inhalar, sostener, exhalar, sostener en tiempos iguales) Contacto visual y respiración conjunta con otra persona para generar co-regulación Caminatas al aire libre, observando el cielo y los entornos abiertos Técnicas de auto-sostén (manos en el pecho o abdomen) Trabajo con puntos específicos del cuerpo para liberar tensión y reorganizar el flujo interno Ansiedad y trauma: una relación inseparable En la mirada de la Terapia PHP, la ansiedad y el trauma están estrechamente ligados. Un trauma no resuelto puede mantener al sistema nervioso en modo de defensa constante, incluso años después del evento. Esto provoca que la ansiedad, sea somática, psicológica o emocional, se vuelva más intensa y frecuente. El Proceso de Sostener Puntos permite trabajar sin reactivar el trauma, creando nuevas rutas de confianza interna que reemplazan patrones de miedo y bloqueo. Un llamado a la autoobservación Reconocer el tipo de ansiedad que predomina en ti es un paso fundamental hacia la autorregulación. Pregúntate: ¿Dónde siento la ansiedad primero: en el cuerpo, en la mente o en la emoción? ¿Se activa por situaciones presentes o por recuerdos y sensaciones internas? ¿He aprendido a vivir con un nivel de tensión que considero “normal”? Responder a estas preguntas con honestidad abre la puerta a intervenciones más precisas y efectivas. Conclusión Los Tipos de Ansiedad en la Mirada de Terapia PHP nos muestran que no todas las ansiedades son iguales y que el abordaje debe adaptarse a su origen y manifestación. La integración de técnicas somáticas, neurociencia aplicada y acompañamiento seguro permite no solo reducir los síntomas, sino transformar la relación con el propio cuerpo y la propia historia. No se trata de forzarnos a dejar de sentir ansiedad, sino de darle al cuerpo y a

Fragilidad, cuerpo y continente: cómo recuperar tu seguridad interna

Mujer en postura introspectiva junto al agua, conectando con su cuerpo como vía de autorregulación emocional.

Fragilidad, cuerpo y continente: cómo recuperar tu seguridad interna Hay momentos en la vida en que todo parece volverse demasiado. Nos sentimos frágiles, con las emociones a flor de piel, sin saber muy bien por qué. Aunque muchas veces intentamos resolverlo desde la mente —pensando, analizando, controlando—, lo cierto es que esa fragilidad no nace del pensamiento. Nace del cuerpo. Si no comprendemos su lenguaje, seguiremos atrapadas en ciclos de desregulación, culpa y sobreexigencia. Hoy quiero hablarte sobre la fragilidad cuerpo continente. No como un concepto clínico, sino como una experiencia íntima que muchas vivimos y que es posible transformar desde la raíz. CUANDO EL CUERPO NO SOSTIENE Durante años creímos que la fragilidad emocional era una debilidad de carácter o una falla personal. Pero la neurociencia y la psicología somática nos muestran otra cosa: muchas veces, esa “fragilidad” es la expresión de un sistema nervioso que ha sido sobrecargado por demasiado tiempo. Imagínalo así: si tu sistema nervioso fuera un vaso, ¿cuánto está conteniendo? ¿Cuánta agua ha caído, una y otra vez, sin oportunidad de vaciarse? Cada estrés, cada trauma, cada relación que te exige más de lo que puedes dar, se suma a ese vaso interno. Tarde o temprano, una gota más lo rebalsa. Entonces lloras, te paralizas, gritas, te sientes desbordada… y no sabes por qué. Esto no es debilidad. Es falta de continente. Tu cuerpo, tu biología, necesita aprender a contener nuevamente. FRAGILIDAD NO ES DEBILIDAD, ES SOBRECARGA Cuando vivimos con una amígdala hiperreactiva —ese centro cerebral que detecta peligro—, cualquier estímulo se interpreta como amenaza: una palabra mal dicha, una mirada evasiva, una crítica sutil. Da igual si proviene de un desconocido o de alguien cercano. El cuerpo reacciona como si estuvieras en peligro real. Este tipo de reacción no se controla con voluntad. No es racional. Es automática. Por eso necesitamos trabajar desde abajo hacia arriba: del cuerpo a la mente, no al revés. Síntomas como insomnio, ansiedad, reacciones desproporcionadas o agotamiento crónico son señales de que el cuerpo no se siente seguro. Revelan un sistema nervioso hiperactivado y una falta de espacio interno para procesar lo que ocurre. EL CAMINO DEL CUERPO HACIA LA REGULACIÓN La buena noticia es que sí podemos recuperar ese continente. No hace falta una técnica compleja. A veces, lo más simple es lo más profundo. Por ejemplo: Respirar lento, como si el cuerpo pudiera decir “estoy a salvo”. Sentir el peso de tus pies en el suelo. Nombrar una sensación: “esto es angustia”, “esto es enojo”. Poner tus manos sobre el pecho o el abdomen. Dejarte tocar por el agua: un baño, una ducha consciente, un río. El cuerpo necesita experiencias coherentes con su lenguaje. No hay que forzarlo a cambiar, sino darle permiso para sentirse seguro otra vez. Y eso comienza con actos simples, repetidos con compasión. AUTOESTIMA Y CONTINENTE INTERNO Cuando no hay seguridad interna, solemos entregar nuestra autoestima al otro. Esperamos que alguien nos mire, nos apruebe, nos valide. Esa dependencia nos vuelve vulnerables al abandono, a la crítica, al rechazo. Reconstruir nuestro continente interno también es recordar que no necesitamos que alguien nos contenga si nosotras podemos hacerlo. No hace falta que otro nos diga que estamos bien si aprendemos a escucharnos con firmeza y ternura. Esto no significa cerrarnos al vínculo. Significa llegar con más fuerza, autonomía y claridad sobre lo que necesitamos y lo que ya no estamos dispuestas a tolerar. PRESENCIA EN EL AQUÍ Y AHORA El trauma no siempre es lo que ocurrió. Muchas veces es lo que quedó atrapado en el cuerpo: una emoción congelada, una respuesta de huida que nunca terminó, una energía que no se liberó. Darnos permiso para sentir —sin juicio ni exigencia— permite que el cuerpo se libere. Con tiempo, comienza a descongelarse y a recuperar su vitalidad. No se trata de revivir el pasado. Se trata de aprender a sentir en el presente. De quedarnos con nosotras cuando algo duele, en lugar de escapar hacia la mente, el trabajo o las adicciones emocionales. Cuando el cuerpo encuentra seguridad, la fragilidad se convierte en sensibilidad. Y la sensibilidad, en sabiduría. ¿CÓMO ES TU CONTINENTE HOY? A veces buscamos sostén afuera: una pareja, una terapia, una comunidad. Todo eso puede ayudar. Pero el verdadero continente nace dentro. Es tu capacidad de sentir sin desbordarte. Es tu forma de decir “esto sí, esto no”. Es tu respiración como ancla en medio de la tormenta. Es tu cuerpo, poco a poco, recuperando el permiso para habitarse. No estamos rotas. Estamos desreguladas.No estamos solas. Solo perdimos el camino de regreso al cuerpo.Y ese camino siempre está disponible. RECUPERAR LA SEGURIDAD INTERNA Lo más revolucionario hoy no es tener más herramientas mentales, sino más recursos corporales. No se trata de ser más productiva, sino más presente. No se trata de responder bien, sino de sentirnos bien. Si estás cansada de sentirte al borde del colapso, del llanto o del autoabandono, esta es tu invitación: Vuelve al cuerpo.Vuelve a tu centro.Vuelve al continente que eres. Para seguir profundizando, visita nuestro blog:https://institutoneurociencias.cl/actividades/articulos/

Sin Miedo y Sin Culpa: Neurociencia y Sanación Somática

Persona liberándose de miedo y culpa, con tonos cálidos que evocan calma y esperanza

SIN MIEDO Y SIN CULPA: mi mapa desde la neurociencia hasta el cuerpo Introducción Cuando acompaño procesos terapéuticos veo una y otra vez el mismo nudo: culpa y miedo activan al sistema nervioso como si un incendio nunca terminara. El resultado son cuerpos tensos, estómagos irritados, taquicardias y noches sin sueño. Vivir Sin Miedo y Sin Culpa no significa dejar de experimentar esas emociones; significa evitar que se cronifiquen y devoren la vitalidad. La culpa puede sentirse como un “peso de conciencia” que aprieta el pecho y encorva los hombrosPROMPT CARRUSEL IG, mientras que el miedo prolongado dispara cortisol, mata neuronas y abre la puerta a la depresión. En estas páginas comparto—desde mi experiencia clínica y las reflexiones que expuse en nuestra conversación sobre el tema—un recorrido para reconocer, comprender y comenzar a soltar aquello que nos impide vivir Sin Miedo y Sin Culpa. 1. La culpa: de brújula moral a carga corporal 1.1 Culpa sana Existe una “culpa real”: surge tras un daño concreto y nos impulsa a reparar. Esa forma de culpa es parte de la ética relacional: reconoce responsabilidad y busca equilibrio. 1.2 Culpa patológica Cuando la culpa se vuelve “un conflicto interno permanente”, aparece el martirio y el auto-odioPROMPT CARRUSEL IG. Esta culpa patológica se alimenta de la fantasía de controlar lo incontrolable: “mejor siento culpa porque alguna vez creí que podía tener el control”PROMPT CARRUSEL IG. Entonces el cuerpo se curva, la garganta se cierra y la vida entera se percibe como un peso insoportablePROMPT CARRUSEL IG. 1.3 Culpa y vergüenza, un binomio traumático “La vergüenza va detrás del trauma” afirmo con frecuenciaPresentación CURACIÓN…. Cuando la autocondena se mezcla con la sensación de no pertenecer, la vergüenza actúa como luz roja que revela viejas heridas. Entrar en contacto con esas capas profundas es doloroso, pero necesario para vivir Sin Miedo y Sin Culpa. 2. El miedo: del aviso adaptativo al terror paralizante 2.1 Del miedo fisiológico al terror El miedo normal es defensivo. El problema llega cuando “el miedo se transforma en terror” y caemos en la vía vagal dorsal: disociación y congelamiento. En ese estado, la adrenalina no impulsa la huida sino que nos deja “paradas en medio de la crisis” sin capacidad de respuesta. 2.2 Síntomas corporales del miedo crónico Bruxismo, colon irritable y gastritis aparecen como respuestas del sistema nervioso autónomo. Crisis de pánico y “sensación de ahogo” marcan la línea que conecta al miedo con el trastorno de estrés postraumáticoPresentacion INF 2025 F…. El miedo prolongado puede hacer que “mejor no salgo, me quedo en casa”, como ocurrió con muchos adultos mayores tras la pandemiaPresentacion INF 2025 F…. 2.3 Fobias y detonantes sensoriales Las fobias—aguas profundas, aviones, agujas—muestran que el cuerpo “no está hecho para intervenciones” y reacciona con repulsión a cualquier potencial dañoLive 27 Julio 2025 – Si…. También el ambiente social puede detonar la alarma: un lugar hostil activa sudor, taquicardia y deseos de huirPresentacion INF 2025 F…. 3. Intersección cuerpo-mente: lo que revela la neurociencia Curvas altas de cortisol son “tóxicas en sangre y cerebro”, reducen neurotransmisores y favorecen la depresión. La neurocepción negativa dispara el sistema simpático incluso sin estímulo visible: basta un tono de voz agresivo o un recuerdo corporal para que el miedo vuelvaPresentacion INF 2025 F…. El vago dorsal se activa en congelamiento extremo, igual que la zarigüeya que “se hace la muerta” para sobrevivir. Comprender estos circuitos me permite afirmar que vivir Sin Miedo y Sin Culpa es un proceso neurosomático, no un simple truco de pensamiento positivo. 4. El cuerpo habla: plexos, dolores y “corazas” Cuando algo me duele pregunto: ¿qué está diciendo ese dolor? El cuerpo “tiene voz” y habla a través de síntomas. En mis pacientes observo patrones: Dolores cervicales y maxilares en quienes cargan tensión y rabia no expresada. Inflamación visceral—colon, estómago, esófago—relacionada con sustos recientes o miedo acumulado. Lumbares, caderas y rodillas que revelan impactos emocionales según la base bioenergética descrita por Lowen. Lowen llamaba a estos conglomerados “corazas”, capas musculares que protegen pero restringen la energía vital. Escuchar la “voz del síntoma” es el primer gesto de cuidado. 5. Hacia Sin Miedo y Sin Culpa: pasos prácticos desde la conversación Observar el cuerpo: antes de dormir pregúntate “¿dónde me pasó?” y localiza la sensación física tras un comentario desagradable o un sobresalto. Buscar lugares seguros: dormir en espacios sin ruidos invasivos y proteger la intimidad del dormitorio ayuda a reparar el sistema. Regular la exposición: si un miedo específico se vuelve fobia, conviene abordarlo en terapia para evitar la restricción de la vida cotidianaLive 27 Julio 2025 – Si…. Compartir la culpa: analizar con otra persona “qué tanto puedo aceptar y qué reparación es posible” desactiva la rumiación solitariaPresentación CURACIÓN…. Diferenciar realidad y fantasía: en Terapia Focalizada en la Transferencia aterrizamos la culpa, contrastando hechos versus construcciones internasBuyer Persona – Formaci…. Actuar aunque la reparación no sea lineal: cuando el daño es irreparable, realizar gestos simbólicos alivia la mente y el cuerpo también “lo necesita”Buyer Persona – Formaci…. 6. Preguntas de auto-observación Reflexiono a diario con estas tres interrogantes, que propuse durante la charla: ¿Es esta amenaza real o un eco de inseguridades pasadas? Si hubo daño concreto, ¿qué acción proporcional puedo realizar?Presentación CURACIÓN… ¿Estoy atrapada en vergüenza o en hiper-reparación? Responderlas con honestidad acerca un paso más a la vida Sin Miedo y Sin Culpa. Conclusión Culpa patológica y miedo crónico encogen la respiración y opacan la alegría. Recordar que existen vías de reparación—fisiológicas, emocionales y relacionales—abre espacio para la flexibilidad. Reconocer síntomas, diferenciar señales internas y buscar apoyo profesional cuando el terror paraliza, son actos de valentía cotidiana. Cada vez que nombramos una sensación o damos un paso hacia la reparación, enseñamos al cuerpo que puede volver a sentirse seguro. Así, día a día, vamos habitando el presente Sin Miedo y Sin Culpa. Sigue profundizando Explora más recursos sobre trauma, neurociencia y somática en:https://institutoneurociencias.cl/actividades/articulos/  

Cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir

Persona liberándose de miedo y culpa, con tonos cálidos que evocan calma y esperanza

Cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir Vivimos en un mundo donde el sufrimiento parece inevitable. A veces creemos que está afuera, en lo que ocurre a nuestro alrededor. Pero ¿y si ese sufrimiento también estuviera profundamente ligado a la forma en que percibimos la realidad? En este artículo te mostraremos cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir, a través de una mirada que integra neurociencia, trauma y conciencia emocional. El juicio de realidad: la raíz de nuestra percepción En psicología, el “juicio de realidad” es la capacidad de distinguir entre lo que sucede dentro de nuestra mente y lo que ocurre en el mundo externo. Es una función compleja del cerebro que requiere desarrollo, maduración y cuidado desde la infancia. Cuando esta función está alterada —por trauma, estrés crónico o desregulación del sistema nervioso— comenzamos a vivir una realidad teñida por el dolor interno. Es ahí cuando necesitamos preguntarnos cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir. Cómo se construye la realidad en el cerebro Desde bebés, empezamos a construir una idea del mundo a partir de sensaciones corporales, vínculos tempranos y experiencias emocionales. La neurociencia nos muestra que esta construcción no es puramente racional, sino que nace del cuerpo: del tacto, la voz, la presencia o ausencia del otro. La realidad, por tanto, no es algo externo y fijo. Es una creación activa del sistema nervioso, una interpretación subjetiva moldeada por lo que vivimos. El trauma distorsiona la realidad Uno de los efectos más profundos del trauma es que altera esta construcción. Cuando hemos vivido experiencias dolorosas sin poder procesarlas emocionalmente, nuestro cerebro entra en un estado de alerta o de disociación. Eso hace que percibamos el mundo como más amenazante, confuso o sin sentido. Esta es una de las razones por las cuales muchas personas no pueden salir del sufrimiento, aunque su entorno haya cambiado. Aquí se abre la pregunta esencial: ¿cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir cuando la distorsión viene desde adentro? Realidad gruesa vs realidad fina Mariann Dávila nos habla de dos niveles de realidad: la gruesa y la fina. La realidad gruesa es lo que nos ocurre objetivamente: perdí un trabajo, terminé una relación, estoy en crisis. La realidad fina es lo que esa situación representa para mí: «no sirvo», «nunca me van a querer», «soy un fracaso». Mientras no trabajemos con esa realidad fina, el sufrimiento se perpetúa. Aprender a afinar nuestra percepción es clave para entender cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir. El cuerpo como puerta de entrada La curación somática y las terapias basadas en el cuerpo como PHP™ (Proceso de Sostener Puntos) han demostrado que el cuerpo guarda las memorias emocionales no procesadas. No basta con “pensar positivo” o “ver las cosas de otro modo”. Para transformar la realidad interna, necesitamos darle al cuerpo nuevas experiencias de seguridad, presencia y regulación. Esta es una vía concreta y efectiva para quien busca cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir sin necesidad de revivir el trauma. Escuchar lo que el cuerpo dice El sufrimiento a menudo aparece como una voz interna: “no valgo”, “no puedo”, “no merezco”. Pero esa voz tiene raíces más profundas. Muchas veces, viene de un cuerpo que vivió experiencias sin contención. Cuando aprendemos a escuchar nuestro cuerpo —su tensión, su dolor, su desconexión— podemos descubrir qué parte de nosotros quedó atrapada en una realidad antigua. Así comienza el proceso de cambio. Porque sí, se puede cambiar. Podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir, pero primero hay que escuchar. Neurociencia y regulación emocional La neurociencia aplicada al trauma nos enseña que ciertas áreas del cerebro (como la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal) se ven afectadas por el estrés crónico y los eventos traumáticos. Esto afecta nuestra capacidad de juicio, de regulación emocional y de toma de decisiones. Una realidad desregulada es una realidad teñida por el miedo o el colapso. Por eso, una de las claves de cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir es aprender a regular nuestro sistema nervioso. El sufrimiento no siempre es por lo que crees Muchas veces sufrimos por pensamientos como: “no sirvo para esto”, “si fallo me van a rechazar”, “nadie me quiere realmente”. Pero al observar con más profundidad, podemos ver que esos pensamientos no son verdades absolutas. Son narrativas aprendidas, muchas veces ligadas a experiencias pasadas que aún no han sido elaboradas. Por eso es tan importante cuestionar nuestros pensamientos. Preguntarnos: ¿Esto que pienso es tan real? ¿O es una versión distorsionada de mi historia? ¿Qué hacer cuando el sufrimiento se vuelve abrumador? Cuando sentimos que ya no podemos más, hay que parar. Escuchar. Respirar. Buscar apoyo. El sufrimiento intenso, sostenido en el tiempo, puede alterar profundamente nuestro juicio de realidad. Es aquí cuando necesitamos herramientas concretas: ejercicios de grounding, rastreo somático, respiración, acompañamiento terapéutico. Porque nadie debería cargar con una realidad insoportable sin tener recursos para transformarla. Y sí, hay caminos para aprender cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir, sin violencia interna ni exigencia. El rol de la comunidad y el vínculo El sentido de realidad también se construye en relación. Necesitamos de otros para que nos reflejen, para que nos contengan, para ayudarnos a vernos más allá del dolor. Muchas veces el sufrimiento se vuelve crónico porque vivimos aislados, desconectados emocionalmente. Por eso, al mejorar nuestros vínculos también estamos respondiendo a la pregunta: ¿cómo podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir? El presente como refugio (y como desafío) Estar en el aquí y ahora es más fácil decirlo que hacerlo. El presente duele cuando está teñido de memorias del pasado. Pero también es el único espacio donde podemos recuperar poder. La realidad no es solo lo que ocurrió. Es lo que elijo construir hoy con lo que tengo. Respirar, pausar, sentir, moverme, volver. Es en el presente donde podemos cambiar el rumbo. Es desde el presente que podemos mejorar nuestra realidad y dejar de sufrir. Conclusión: